Porfirio y Aurora 1


AURORA


Tú no me engañas Porfirio
aunque te pongas de hinojos
las lágrimas de tus ojos
¡son residuos de colirio!


Has porfiado tanto y tanto
para que atenta te escuche
y el “sincero” desembuche
hace que caiga en tu encanto.
Tú pintándote de santo
querrás que te prenda un cirio
pones cara de martirio
la cambias luego a misterio
y por último, aunque serio
tú no me engañas Porfirio.


Postergué mis arrechuchos
por tu charla lisonjera
y allí veas la manera
cómo quemar tus cartuchos.
No eres diferente a muchos
hombres que se hacen los cojos
y si has encontrado abrojos
que te impiden el paseo
es porque en ti yo no creo
aunque te pongas de hinojos.


Haces escenas de celos
y motivos no te doy
pero insistes en que soy
la causa de tus desvelos.
Tú te jalas de los pelos
y a mí me saltan tus piojos
tus “faroles” están rojos
y llorando te rebalsas
mas resulta que son falsas
las lágrimas de tus ojos.


Debo aclararte primero
que a pesar de tu aspaviento
como se trata de un cuento
yo no me lo como entero.
Tú jugando al jardinero
arramblas con todo lirio
¡caramba! que en tu delirio
pa’ mentir te has preparado
¿lágrimas?, si no has sudado
¡son residuos de colirio!


PORFIRIO


Con sentimiento he llorado
por tu amor que es imposible
lloro al verlo permisible
¡con un hombre adinerado!


Yo te traigo buenas nuevas
noticias que sí son gratas
y tú de arranque me tratas
¡como si fuese un don huevas!
Yo te explico y tú te llevas
de lo que otros te han contado
con afán inusitado
te pones a parodiar
sin poderlo remediar
con sentimiento he llorado.


Vine a darte una alegría
la dulzura de un halago
y en mi contra como pago
despotricas por manía.
Quien te escuche creería
que soy un aborrecible
deja de ser insensible
no seas mala y afloja
que se agranda mi congoja
por tu amor que es imposible.


¿No hay una sola virtud
que posea este cristiano?
¿por qué para mí echas mano
de la indeseada acritud?
No juzgues que tu actitud
es mucho más discutible
a tu cuerpo incombustible
para serte más exacto
con otro que es puro tacto
lloro al verlo permisible.


Y por cierto, fue tu hermana
quien al darme tu recado
sin querer dijo el pecado
que harías esa mañana.
Durante el fin de semana
mi presencia has esquivado
¿enferma?, si te he mirado
sana, desde la atalaya
caminando por la playa
¡con un hombre adinerado!

© 2007 Luis Bárcena Giménez
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